martes, 9 de agosto de 2011

IRONÍA SOCRÁTICA

Quería ridiculizarlo, dejarlo sin palabras y aunque tan sólo fuera por una vez  gozar de la experiencia de ser el maestro más perspicaz de Grecia. Miraba a los seguidores de aquel charlatán con sumo desprecio, para él no eran más que meros borregos que caminaban siguiendo al pastor sin entender ni una sola de sus enseñanzas.
Querefenote odiaba ver la cara de necio que ponía su mentor  cuando mantenían una conversación. Estaba convencido de que era un hipócrita que aún siendo sabio se hacía pasar por ignorante para exacerbar a su enemigo.
Pero esta vez no podía fallar, lo llevaría hasta el Oráculo de Delfos y cuando la sacerdotisa dijera que sin duda era el hombre más inteligente de la tierra, no podría decir lo contrario y lo más importante... Tampoco podría preguntar... No había cabida para su mil veces usado ¿Y por qué? Tendría que aceptar la ventura, reflexionaba Querefonte, y rendirse al hecho de que sí existían conceptos eternos, certeros y sin explicación.
Una mañana fría de Diciembre todos los alumnos tomaron asiento en torno al Oráculo y Querefonte formuló la pregunta:
-¿Existe alguien más sabio que Sócrates?
-No, ningún ser terrenal es más sabio que Sócrates.
¡Ajá! pensó el díscolo pupilo, no había más que hablar, Sócrates debía asumirlo.
-¿Qué opina de esto maestro?
-Debo vacilar de todo, nada es susceptible de duda... pese a mis fuertes creencias he de decir ¿Por qué cree tener esa certeza?
¡No! dudaba incluso de la palabra divina e incuestionable.
Realmente Querefonte no era alumno de Sócrates sino su amigo y este hecho, si es que ocurrió, probablemente no sucedió del modo en el que yo lo he contado, a mi imaginación poco le importa. La Mayéutica, método inductivo, por el cual, el filósofo freía a preguntas a los discípulos para que ellos mismos hallaran la lógica dentro de sus preceptos, está presente (y oculta a la vez) en todos los designios... En todas las frases... Y en todos los mensajes...

¿Dudas de algo o de alguien?... Anímate, ármate de valor, acércate y pregúntale: ¿Por qué?

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