Las entrañas se le retorcían de la envidia, los celos se habían apoderado de él, William Bouguereau se preguntaba continuamente cómo era posible que aquellos trazos incoherentes, sin definición, aquella falta de figuración y esa extraña luz supusieran el final de la academia, ¡Inaceptable!, antes cerraría el Salón Oficial, o lo quemaría, con todos los cuadros dentro, que permitir que semejante horror se expusiese.
Era consciente de que ese año habían descalificado muchas obras y los autores parecían buscar venganza, pero qué podía hacer él, simplemente no eran aptos, no tenían las cualidades suficientes que mandaba el buen gusto en el arte. Estaba convencido de que los valores y las normas que regían la estética hasta el momento eran las idóneas, ¿Cómo no iba a estarlo? Él era el máximo exponente del candor y la gracia, él y sólo él, era el mejor artista de Francia y por lo tanto podía juzgar a su antojo quién debía llamarse pintor y quién no. Pero sus apellidos le perseguían como una pesadilla, Manet, Degas, Monet, Sisley… trasgresores dispuestos a violar todas las leyes de la armonía, ¡Já! pensaba, que batacazo se van a llevar, en unos días nadie recordará quienes eran.
¡Pero si hasta se habían puesto un nombre ridículo! ¿Qué significaba eso de Los Impresionistas?... Estaba seguro, tenían los días contados.
En 1863 El Salón Oficial de la Academia Parisina era el único lugar donde los artistas podían exponer pero ese año sus severos jueces, también pintores de gran talento, desestimaron más de 3.000 obras por considerar que no eran dignas de tan magno lugar. Napoleón III decretó que los excluidos podían mostrar sus obras en una sala anexa al Salón Oficial, lo que se conoció como El Salon des Refusés, (Salón de los Rechazados).
En esa sala de “perdedores” expuso por primera vez, Édouard Manet, hecho que posibilitó que posteriormente le siguieran los virtuosos Impresionistas, cuyas obras, hoy, están valoradas en millones de dólares.
Como supongo que ya habéis adivinado, el bueno de Bouguereau nunca albergó los viles sentimientos que yo le he hecho tener... ¿O quizá sí?... Ciertamente fue uno de los jurados de la academia y hasta aquel momento su éxito era apabullante pero su gloria se ensombreció y los cánones de belleza cambiaron. Durante años las maravillosas obras de Bouguereau (Porque eso sí, sus representaciones también fueron, son y serán magníficas) ni siquiera salían en los libros de Historia.
¿Pueden ser los rechazados de hoy los triunfadores del mañana? , ¿Y si esa persona, que ahora maneja la batuta, está equivocada?
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y...esos rechazados, juzgados por sus propios compañeros, tal vez resentidos, porque tuvieran más talento,¿ no deberían estar entre los triunfadores?.El eterno dilema de la gallina y del huevo.
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